Arte Crítico: más allá del arte contemporáneo / Dr. Eugenio Garbuno Aviña
http://reflexionesmarginales.com/3.0/arte-critico-mas-alla-del-arte-contemporaneo/
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Los
defensores a ultranza de las últimas tendencias del arte insisten en señalar la
libertad, la innovación, la inteligencia, la ironía, la transgresión, el
carácter crítico y político del arte actual, añadiendo su apertura,
democratización e integración en la vida cotidiana, al ocuparse de los temas
más banales e insignificantes. En cambio, acusan de conservador a todo aquél
que se atreva a cuestionar la “verdad” del denominado “arte contemporáneo”,
considerando retrógrada y romántico al que hable de estética o de belleza, de
oficio técnico, representación o medios tradicionales. Romper las reglas se ha
convertido en un hábito, al grado de establecerse en la regla, la transgresión
se ha institucionalizado, el arte contemporáneo se ha vuelto académico. Es un
arte que pretende contener una idea compleja de la realidad, cuando simplemente
es presentación de la misma: objetos, basura, cadáveres, violencia y patología son
los elementos constitutivos; el escándalo, la estrategia para que el artista se
inserte en el circuito del arte para conquistar rápidamente la fama y el favor
económico de coleccionistas siempre ávidos de disipar su aburrimiento con fuertes
dosis de morbo. La ideología hegemónica se impone globalmente y se mira el
mismo “espectáculo de la nada” (Michaud) en las bienales de Europa, que en las
de América Latina, los museos y galerías de Estados Unidos, e incluso de Japón
o Egipto. El arte de hoy es como el desecho de la sociedad contemporánea, una
especie de detritus cultural, el vómito y la mierda expuestos bajo forma de
obras de arte, la antiestética y el anti arte como el arte sagrado de hoy.
La
primera acepción del Arte Crítico es la crítica al denominado “arte
contemporáneo”, territorio de la especulación del mercado del arte, botín de
críticos y curadores, así como de artistas cínicos y coleccionistas movidos por
el esnobismo. Es evidente que tras un siglo de la aparición del ready-made, este gesto no sólo se
desgastó hace mucho sino que es como una broma que ya no hace reír a nadie (el
urinario de Duchamp se ve en todas partes hasta en el baño), y el llamado arte
contemporáneo se ha instalado en esa cómoda broma desde hace más de cincuenta
años, por lo que en las últimas décadas ha caído en el impasse y sólo se ve la repetición tediosa, una suerte de agua
estancada, un círculo vicioso que ya no puede romper su inercia. Todo pareciera
indicar que ya no es posible que se produzca un renacimiento de la creatividad
y de la imaginación, ya que el imperio de las imágenes de los medios masivos ha
provocado una pantalla que ya no permite ver el mundo. Asimismo, es notoria la
desconexión entre arte y sociedad: el arte se manifestado definitivamente como
enemigo del pueblo.
Incluso,
el Arte Crítico cuestiona la autenticidad y veracidad del tan mentado arte
contemporáneo, ya que su falsedad evidente estriba en que es la repetición de
las estrategias del arte moderno con un sentido banal y superficial, pura cita
y pastiche, el imperio del kitsch,
discursividad meta-artística, falso arte cuyo remplazo es inmediato: este
objeto por este otro. En ese caso, la falsificación de obras de arte puede
concebirse ya como arte, desde el punto de vista de que es más difícil
falsificar un Vermeer que un Duchamp. El arte contemporáneo es la verdadera
falsificación del arte.
En una
segunda acepción, el Arte Crítico es la praxis de la dialéctica del arte como
crítica y de la crítica como arte. De acuerdo con Abbagnano (1960), la estética
plantea tres direcciones: 1) la relación entre el arte y la naturaleza, 2) la
relación entre el arte y el hombre y 3) la tarea del arte. En la relación entre
arte y naturaleza, surgen tres concepciones del arte: 1) el arte como imitación, 2) el arte como creación y 3) el arte como construcción. El Arte Crítico al
estudiar esta dirección, explora los aspectos de estas tres concepciones,
inclinándose por el arte como construcción, después de hacer la crítica a las
dos primeras. Posteriormente, se expondrá el planteamiento de esta postura. En
la relación entre el arte y el hombre, también se encuentran tres concepciones:
1) el arte como conocimiento, 2) el
arte como actividad práctica y 3) el
arte como sensibilidad. Aquí el Arte
Crítico opta por la concepción del arte como conocimiento, tras la superación
crítica de las dos concepciones ulteriores; también, más adelante será expuesta
esta postura. En la última dirección, la tarea del arte, se distinguen dos
tendencias: a) el arte como educación
y b) el arte como expresión. El Arte
Crítico asume la relación dialéctica entre estas dos concepciones y concibe el
papel del arte en la sociedad, tanto de manera instrumental así como finalidad.
Este punto será desarrollado con más detalle posteriormente. Para una
definición más concreta del arte, su significado general lo declara como todo
conjunto de reglas idóneas para dirigir cualquier actividad humana, sin
embargo, también la técnica es el procedimiento ordenado conforme a reglas de
toda actividad humana; por lo que la diferencia estriba en que la técnica es
meramente utilitaria y pragmática, mientras que el arte es significativo,
propicia efectos perceptuales, emotivos, mentales y psicológicos.
En
estricto sentido, el Arte Crítico considera a la “crítica del arte
especializada” en el ámbito del capitalismo como un ejercicio burgués de
reconocimiento, asimilación y legitimación de un objeto estético considerado
como obra de arte; algo similar a la cata de vino, todavía asociado a la idea
del “buen gusto”. Toda crítica del arte pretende una lectura objetiva de una
propuesta artística, ya sea para indicar su filiación a estilos o corrientes,
para señalar sus deficiencias técnicas o como discurso artístico, o para
elogiar la calidad de la obra y la genialidad del artista, asimilándola como
arte y enmarcándola con el aura benjaminiana, así se trate de un pastillero del
tamaño de una pulgada.
Por este
motivo, es necesario replantear el sentido original de la crítica, postulada por
Kant, como el proceso por el cual la razón emprende el conocimiento de sí
misma, es decir: “la crítica de la facultad de la razón en general, con
referencia a todos los conocimientos a los que puede aspirar,
independientemente de la experiencia” (Crítica
de la razón pura). La crítica kantiana obra a partir de los conocimientos
que el hombre dispone efectivamente con el fin de determinar las condiciones de
su validez. Por lo tanto, la crítica debe ser considerada como una teoría del
conocimiento, que cuestiona e indaga, mira reflexiva y críticamente la realidad,
sometiendo en tela de juicio el pensamiento sobre todos los datos, la
información e interpretaciones del mundo realizadas por el ser humano, a partir
de su percepción, experiencia vital y saber empírico confrontados con una
epistemología del conocimiento científico. En resumen, la crítica al
conocimiento en el que se sustenta la cultura, la civilización y la sociedad
contemporánea.
Para una
tercera acepción del término “Arte Crítico”, es en el sentido de la auto
crítica del sujeto, del individuo que se asume como “artista”. Eventualmente,
se trata de personas que se dedican a una actividad humana peculiar llamada
socialmente “arte”, palabra que en la actualidad ha caído en su
“des-definición”, al punto de representar un vacío semántico: arte puede ser
cualquier cosa. Artistas son, entonces, quienes se ocupan de conferirle un
valor artístico o estético a lo que toque su mirada o su mano, lo que enuncian
como tal. Algunos de estos artistas han pisado aulas universitarias, son
producto de la academia, tanto en la continuidad con la tradición como de rechazo
a ella; otros son autodidactas, muchos de ellos advenedizos que con un manual
de arte contemporáneo, una postura esnobista y buenas relaciones con marchands
y galeristas, buscan trepar en la escala del mundo del arte. La gama es muy
amplia, y se extiende desde los artistas amateurs hasta los artistas
profesionales que aprovechan la publicidad y la especulación financiera en el
mercado del arte, constituyéndose cada uno de ellos en empresa que produce
mercancías culturales para un público selecto. También se encuentran los
renegados, los que mantienen una postura de resistencia y tratan de lidiar
desde sus trincheras particulares con las contradicciones de un público de masas
y los conocedores, el arte popular y el denominado arte culto. El Arte Crítico
comienza con la pregunta individual: ¿por qué soy artista y para qué? Muchos se
responderán que han nacido con un don especial, una sensibilidad diferente,
talento y dotes de genio; otros en cambio reconocerán que dadas las condiciones
del arte actual, que ya no exige habilidades especiales para dominar la
técnica, se han formado en escuelas donde han aprendido a pensar sobre
problemas artísticos y a manipular nuevos medios tecnológicos. En general,
quienes no han adoptado una actitud auto crítica, defienden su extrema
individualidad, el mito personal del artista (incomprendido, solitario,
ingenioso, irónico o cínico); a estos, básicamente el arte les sirve de
vehículo de expresión narcisista. En el lado opuesto, se encuentran aquellos
que se preguntan sobre su papel como artistas en la sociedad, de qué manera
pueden contribuir a una transformación positiva de la misma.
Tenemos
una cuarta acepción de Arte Crítico, como crítica teórica y práctica del arte
en sentido extenso, es decir, a partir del papel que el arte ha desempeñado a
lo largo de la historia, en las diversas culturas del mundo, en la civilización
y en las diferentes sociedades; si en los comienzos del tiempo surgió como un
medio de dominación de la naturaleza, con un carácter ritual y revestido del
pensamiento mágico-religioso; como elemento fundamental del desarrollo de la
cultura y la civilización, incluso como instrumento de poder ideológico y
político; como producto cultural de la superestructura que mantiene una
relación dialéctica con la infraestructura económica, a la vez determinado y
como factor determinante; que en épocas arcaicas fue todo: objeto útil,
religión, estructuración del espacio social, urbe y vida cotidiana; que en
suma, siempre ha sido una producción simbólica destinada a perpetuar la
ideología y la supremacía de los grupos dominantes en todas las sociedades,
objeto suntuario como signo de estatus y, sobre todo en la actualidad, una
mercancía más en el contexto del capitalismo avanzado, incluso como la
inversión más rentable para cualquier empresario o especulador de las
tendencias del mercado. También la crítica al arte popular, en cuanto expresión
de los grupos dominados y subordinados, en donde la tradición encuentra campo
fértil y estanco; asimismo como crítica al arte culto, que busca de manera
incesante la innovación que se ha constituido en lo que llamaba Octavio Paz “la
tradición de la ruptura”, para que el público de masas no tenga acceso al
entendimiento de un código que constantemente es roto; ya lo dijimos: la
transgresión es ortodoxa en nuestro tiempo. De hecho, conveniente: los rituales
de los artistas contemporáneos, mientras más radicales, son como rabietas y
berrinches para que el sistema se conserve, porque fuera del ámbito de
acotación y normalización de la industria cultural, los museos y galerías, la
sociedad sólo se reacomoda y nada cambia.
Una
quinta acepción del Arte Crítico está orientada como crítica a la sociedad, no
sólo desde el arte como ocurrió desde el romanticismo y el realismo, y luego
continuó con las vanguardias históricas (expresionismo, dadaísmo, surrealismo),
el muralismo mexicano, los grupos y acaso con algunas neovanguardias (el
accionismo vienés, el arte povera), y
que ahora sólo es teatro de la simulación, espectáculo para masas distraídas
que consumen la cultura como entretenimiento del paseo dominical, una dosis
homeopática para el ilusorio tiempo libre. Es una crítica al contrato social
rousseauniano, al Leviatán de Hobbes, a la sociedad capitalista desde el
marxismo, al Estado desde el anarquismo como filosofía política, al malestar en
la cultura desde la metapsicología de Freud, a la civilización desde la
dialéctica negativa de la teoría crítica de Adorno y Horkheimer; a la sociedad
represora y represiva a partir de la liberación de Eros que propone Marcuse; a
la sociedad del espectáculo que exhibe el situacionismo de Debord; a la
sociedad de la economía libidinal y del capitalismo y la esquizofrenia estudiada
por los filósofos posestructuralistas del deseo, Lyotard, Deleuze y Guattari; a
la sociedad de consumo posmoderna desde la socioficción y la teoría de la
simulación de Baudrillard. En específico, se pretende una crítica a la sociedad
mexicana, a su sistema político y económico, a los medios de comunicación
masiva y su monopolización, a la dependencia económica de las grandes potencias
imperialistas, al post colonialismo que es asimilado como un proceso de
aculturación por los modelos hegemónicos, a la desaparición de las culturas
originales de nuestro país por el exterminio de las etnias indígenas condenadas
a la pobreza y el olvido, al empobrecimiento de la cultura popular reducida a
la afición al futbol y el culto al estilo de vida de los narcotraficantes, a la
importación de las modas culturales provenientes de Europa y Estados Unidos, a
la aceptación acrítica del modelo mainstream.
La sexta
acepción de Arte Crítico, puede ser entendida como la interdisciplina entre el
arte y el diseño, y entre las diversas artes para su puesta en práctica en la
sociedad. Es así que en un primer momento es necesario concebir la idea de un arte social (no sociológico), cuya
función es incidir en la sociedad para su transformación en un orden de fuerzas
en equilibrio; el arte como actividad social tanto en las relaciones
productivas como en las de ocio. Para que el arte se reconecte con la sociedad
es necesario que se dirija al público de masas, a la sociedad entera, es
entonces menester activar un arte público,
que no sea consumido pasivamente y que sea la simbiosis entre arte culto y arte
popular, para lo cual es necesario educar a la sociedad a través del arte, con
el objetivo de que el arte sea la expresión del pueblo y para el pueblo. El
artista deviene en educador y trabajador de la cultura, el artista es el
ciudadano de a pie. Es así que se alcanza la categoría enunciada en la década
de los setenta, el arte total, que
verdaderamente reconecta arte y vida: la vida como arte. En la década
siguiente, se postuló el arte urbano
(Olea); la ciudad como el escenario, la heterotopía donde los artistas intervienen
el espacio de las relaciones sociales considerando todos los elementos que la
constituyen como intersticios de acción comunicativa. En la actualidad hablaremos
de arte y entorno como la expansión
de esa heterotopía, que involucra el paisaje y la naturaleza, el planeta entero
como el hábitat del hombre. La utopía es articular el Arte Crítico en el
entorno.
Arte Crítico. Lic. Fernando Martínez Aroche
Si recuperamos el sentido original del termino crítica,
el ejercicio de esta, se basa en un
sistema diferencial o en otros términos de comparación, dicha comparación se
realiza con el fin de ejercer un juicio apoyado en el criterio o discernimiento,
por ello implica la subjetividad de quien ejerce la crítica, también se ha interpretado a la crítica como un ejercicio
normativo de la actividad artística, es decir un criterio o canon
que norma la actividad artística en un contexto dado, por ello se separa
aquello que de acuerdo al criterio establecido es considerado como optimo o
cercano a dicho criterio y excluyendo aquello que contradice, niega o se opone
a los criterios establecidos.
En otra de sus acepciones
critica deviene de cribar: acción mecánica de cernir o separar, generalmente,
al tamizar apartando por su forma y tamaño diversos elementos, lo cual es un
descripción muy precisa, de lo que hace la crítica en el arte, separa,
selecciona o al menos es lo que debiera hacer, separar y seleccionar los
elementos fundamentando esta operación por sus cualidades formales, así se
define etimológicamente la palabra Critica:
Del lat. “criticus” y éste del gr. κριτικός “kritikós” – “capaz de
discernir”, proveniente del verbo κρίνειν “krínein” – “separar, decidir,
juzgar”, de raíz indoeuropea *krei- “cribar, discriminar, distinguir” y
emparentado con el lat. “cerno” – “separar” (cf. “dis-cernir”), “cribrum” –
“criba” y “crimen” – “juicio, acusación” (compárese con el gr. κρίμα “kríma” –
“juicio”), con el germ. *hridra, de donde viene en ang. saj. “hriddel”, en
ingl. “riddle” – “criba”, con el irl. ant. “criathar” – “criba”.[1]
Sin embargo
a lo largo de la historia, la crítica
del arte se ha regido por criterios ajenos a los valores formales, la propia
función del arte ha sido discutida, particularmente desde el siglo XX. El arte
que pretende tener una función social o
ejerciendo crítica política ha sido desacreditado, para favorecer ciertas tendencias dictadas
desde el poder o el mercado especulativo
del arte, por otra parte los patrones o criterios que normaron la producción
artística, por largos periodos de la historia, se basaron en una crítica o
juicio. Se contemplaba al arte como parte de lo cotidiano, lo social y claro
está en todas las culturas las producción fue normada o es normada por la
religión. Baste ejemplificar el concilio de Trento de 1563 que establece la
forma en que se han de representar las figuras religiosas con prohibiciones tales
como la del desnudo en las representaciones. “Si algo condenaba el Concilio,
por encima de cualquier otra cosa, era el desnudo. Que en pleno corazón de la
cristiandad católica, la Capilla Sixtina, se mostrase aquella ingente catarata
de desnudos que pintara Miguel Ángel para Julio II, era algo que escandalizaba
a los nuevos jerarcas de la fe y, en 1559, todavía vivo Miguel Ángel y cuatro
años antes incluso de que el Concilio terminase, el Papa Pablo IV ordenó a
Daniel Volterra que pintara unos velos ocultando las desnudeces de algunas
imágenes del Juicio Final. Aquella chapuza le valió al pintor que desde
entonces fuese conocido como el "braghettonne" (el pone bragas).
Pocos años después, otro Papa, Pío V ordenaría repetir la operación a Girolamo
da Fano, y un tercero, Clemente VIII, pretendió incluso cubrir las pinturas por
completo, lo que finalmente se hizo.[2]
El cuadro de Veronés, "Cena
en casa de Leví", originariamente debía llamarse la "Santa
Cena", pero la Inquisición encontró motivos para reclamar la atención del
pintor, que finalmente cambió el título:
"En 1573, el Veronés compareció en Venecia ante el Santo Oficio, que le reprochó haber introducido en una de sus Santas Cenas personajes indignos de la solemnidad requerida por el tema. "¿Qué significado tiene -se le preguntó- este sirviente que sangra de la nariz? ¿Qué significan estos personajes armados, vestidos al modo de Alemania, y portando una alabarda en la mano?". El pobre artista no sabía qué responder; se asemejaba a un niño que hubiera cometido una falta. "Cuando en un cuadro me sobra un poco de espacio, lo adorno con figuras inventadas". "¿Es que os parece conveniente -reprende el juez implacable- representar en la Cena de Nuestro Señor bufones, alemanes ebrios, enanos y otras necedades?". "No, sin duda" -replica el artista-. "¿Por qué motivo, pues, lo habéis hecho?". "Lo he hecho -responde él- suponiendo que estas gentes se encuentran fuera del lugar en el que se encuentra Nuestro Señor". Los jueces, poco satisfechos con las explicaciones del pintor, concluyen que deberá corregir y enmendar su cuadro a su costa, en un plazo de tres meses"”.[3]
"En 1573, el Veronés compareció en Venecia ante el Santo Oficio, que le reprochó haber introducido en una de sus Santas Cenas personajes indignos de la solemnidad requerida por el tema. "¿Qué significado tiene -se le preguntó- este sirviente que sangra de la nariz? ¿Qué significan estos personajes armados, vestidos al modo de Alemania, y portando una alabarda en la mano?". El pobre artista no sabía qué responder; se asemejaba a un niño que hubiera cometido una falta. "Cuando en un cuadro me sobra un poco de espacio, lo adorno con figuras inventadas". "¿Es que os parece conveniente -reprende el juez implacable- representar en la Cena de Nuestro Señor bufones, alemanes ebrios, enanos y otras necedades?". "No, sin duda" -replica el artista-. "¿Por qué motivo, pues, lo habéis hecho?". "Lo he hecho -responde él- suponiendo que estas gentes se encuentran fuera del lugar en el que se encuentra Nuestro Señor". Los jueces, poco satisfechos con las explicaciones del pintor, concluyen que deberá corregir y enmendar su cuadro a su costa, en un plazo de tres meses"”.[3]
Estos
hechos ejemplifican la actividad normativa de la crítica por medio de diversas instituciones
en el quehacer artístico.
La crítica de arte una actividad cuyo ejercicio
cuenta ya con una larga historia, en el caso de la tradición occidental podría
decirse encuentra, algunos de sus referentes desde el Quatroccento itlaliano surge una primera aproximación a lo que más
tarde sería la crítica de arte con Lorenzo Ghiberti, quien escribe “L Commentari “. En este texto se aborda
la biografía comentada de los artistas y sus obras así como lo que se
consideraban juicios de mérito, es decir argumentar sobre las características patentes en la obra, o la
falta de estas, de acuerdo a los cánones vigentes. O lo escrito por Giorgio
Vasari que quizá fue uno de los primeros historiadores del arte, su trabajo más
importante es “Las vidas de los
más excelentes pintores, escultores y arquitectos” trabajo en el que combina un
saber enciclopédico de la arquitectura, pintura y arquitectura; así como
biografías llenas de anécdotas, y comentarios sobre la técnica, ejecución de
los artistas incluso el termino renacimiento se le a adjudicado a Vasari. Si bien la crítica como tal se
establece en siglo XV con Giovani
Battista Agucchi y Annibale Carracci, que basan sus trabajos en los de Vasari y
Albertti. Sin embargo Pietro Bellori fue el crítico más destacado del momento,
la crítica se basaba en el seguimiento que los artista hacían de las ideas
grecorromanas, pero las normas religiosas en occidente seguían normando el
mundo del arte.
Quien da un paso definitivo para desligar la
experiencia estética del mudo religioso, es Baumgarten en su libro Reflexiones
filosóficas, quien acuña el término estética, más tarde Burke
aborda lo sublime desde la estética del terror rompiendo la noción de
verdad equivalente a belleza. El termino estética es recuperado por Kant en su
“Crítica del juicio” creando las bases para fundar una nueva disciplina la
estética, planteando también en esta obra las categorías estéticas.
Quizá la estética logra su independencia de la
filosofía y otras disciplinas con Heidegger, quien al romper con la metafísica
mediante la fenomenología, establece la coseidad del arte; consolida a la estética
como una disciplina independiente.
La crítica al igual que muchas disciplinas
arrastro una serie de creencias basadas en presupuestos y tradiciones, que
tergiversaron el sentido de su práctica, es solo a principios del siglo XX que
algunos estudiosos de la lingüística y la literatura como Mijail Bajtim o
Vladimir Propp, comienza a intentar
analizar y por tanto sistematizar el estudio de la literatura, lo que
convergería con Ferdinand de Saussure y Charles Pierce, que desde la
lingüística y la lógica formal intentan
hacer análisis e interpretación de los signos, dando un carácter sistemático
como si se tratara de un proceso “científico”, así la literatura poco después,
intentará sistematizar los métodos de análisis y critica. para que no dependiera del gusto o la
subjetividad de quien analizara o criticara la obra.
Sin embargo el análisis de las estructuras en
las artes visuales, sufrió por mucho
tiempo por carecer de herramientas adecuadas al medio, pues fue una copia de
modelos basados directamente en el análisis de la lingüística y de una
semiótica dirigida a la literatura, es a partir de los finales de los años cincuenta
y sesentas que existe una preocupación
por desarrollar un método de análisis de la imagen y por tanto de las arte
visuales: así surgen intentos como “La estructura ausente” de Umberto Eco, que
pese a no estar dirigido específicamente a las artes visuales contempla la
utilización de la semiótica y análisis signico, en diversas disciplinas
artísticas. El desarrollo de una teoría más sólida para el análisis de los
discursos visuales se desarrolló con el Grupo µ “mu” (Centro de Estudios
poéticos, Universidad
de Lieja, Bélgica) o grupo de Lieja, que realiza desde 1967 trabajos
interdisciplinarios en retórica, en poética, en semiótica y en teoría de la comunicación lingüística o visual firmando
y operando como colectivo. Algunos de sus más destacados miembros han sido Francis Édeline, Jean-Marie Klinkenberg ,Jacques Dubois, Francis Pire, Hadelin Trinon
y Philippe Minguet entre una larga lista de semiólogos.
El análisis o semiótica de la imagen ha tenido
gran difusión y aceptación, si bien este enfoque surge en los cincuentas con
figuras como Roland Barthes, y continua Michelle Foucault, Jaques
Derrida, método basado en el estructuralismo
y posestructuralismo se consolida especialmente
en la crítica del arte en los años noventa, en los estudios culturales y de
género por medio de la deconstrucción.
Curiosamente, ahora que una metodología parece
haber construido herramientas adecuadas para analizar el discurso visual, se privilegia
el análisis formal sin llegar a profundizar a nivel pragmático, incluso
pareciera haber un desinterés por interpretar la obra en términos hermenéuticos,
parece que la lectura de la obra se quedara solo en los elementos compositivos,
formales.
Quizá el problema no se encuentre tan solo en el
ejercicio de la crítica, sino del sentido del arte generado desde el fin de las
llamadas vanguardias, el arte producido desde entonces se volvió un arte para
iniciados, un arte culterano, lo cual no sería un problema si no se tratara de
una producción artística instalada en el solipsismo, en el placer personal,
carente de un sentido reflexivo o autocritico, un arte que se produce para no
tener recepción es decir que no le importa si cuenta con un público y si este
público pude apreciar la obra.
El arte
puro sin conexión o relación con el entorno en el que se produce, sin
compromiso social, ni responsabilidad con su entorno. Es en gran medida un arte
atrapado en sí mismo, por siglos el arte cumplió con una función simbólica al
complementar los rituales, y representar la divinidad en la tierra, fue
financiado y apoyado por estados nación al encarnar el poderío de estos, mediante el mecenazgo, la dependencia económica
que la producción artística aún tiene, la somete a los grandes centros de
poder, que privilegia un producción que
en muchos sentidos es estéril, fría, desligada también del lado emotivo.
Se plantea entonces un arte
critico que vuelva a tener una conexión con el espectador y la sociedad donde
se produce, no se trata de un retorno al pasado, sino, de una reevolución del
arte, no se plantean rutas únicas, ni un arte panfletario, sino un arte crítico,
que cuestione su razón de ser, entendiendo la crítica realizada desde el arte,
primero como un acto de reflexión, como una forma de autoconocimiento para el
propio artista y con ello tomar conciencia del papel que el arte puede tener en
este momento de la historia, el arte debe ser de nuevo el resumen del tiempo y
la sociedad que la produce, estar en concordancia con ella, volver a tener
una función que rebase al arte producido
para ser solo apariencia, pues de acuerdo al mercado del arte y a la crítica
del arte que lo rige actualmente, el arte no pude ser militante, no puede tener
posturas políticas, ni ser pedagógico. Tampoco se pretende que solo se produzca
arte comprometido con alguna causa o postura en específico, lo cual tampoco
condena a los juegos formales.
A pesar
de que el pensamiento posmoderno, el posestructuralismo y la deconstrucción
establecen la remarca de la historia o el fin de la historia, autores como Francois
Lyotard y Francis Fukuyama postulan la posmodernidad, en este “nuevo periodo
ahistorico” se revalidan la condición de
género, el transgénero, las teorías Queer, la corrección política, el
reconocimiento y respeto de las minorías, el reescribir la historia con
minúsculas. Descubriendo la historia de los ciudadanos comunes. En contraste,
el arte producido en la posmodernidad,
tras los ismos, es un arte que puede ser en algunos casos extremo y militante, especialmente la producción de
los sesentas y setentas pero que paradójicamente se desliga del público.
Quizá la última vanguardia histórica fue el
expresionismo abstracto, movimiento que
marcaría el fin de la modernidad, en términos culturales. Socialmente la caída del muro de Berlín en 1989, concreta la posmodernidad política, los
siguientes movimientos se van alejado de la gente no iniciada, se produce arte
para las grandes galerías, que obtiene estratosféricos precios por el juego
especulativo del mercado, sustentado en un aparato crítico, de manera que el mercado del arte se dio a la tarea de promocionar a los artistas como mercancías,
con campañas llevadas por agencias publicitarias, así los grandes vendedores del Mainstream se tornaron productos vacuos sin contenido alguno, como
siempre hay excepciones, pero eso solo lo dirá el tiempo al reevaluar este
periodo de la producción artística.
Sigue prevaleciendo el control del mercado desde
los grandes centros de poder, así las llamadas culturas emergentes y los
productores de arte nacidos en ellas, siguen ocupando un lugar secundario,
vistos como curiosidad folclórica o exótica, pero no como generadores de formas
de arte que divergen de la visión eurocentrista o también podríamos decir
gringocentrista.
Ante todo tomar conciencia desde donde se produce,
dado el contexto histórico a pesar de que la llamada condición posmoderna ha
terminado con la historia, por lo menos la historia escrita con mayúsculas. Parte
de la crisis de la modernidad en la plástica es el agotamiento de los discursos
y las formas.
La presentación del objeto, con la fuente o el
urinario de Duchamp, están por cumplir en 2017
su primer centenario y lo que fue revolucionario en la plástica, la
presentación del objeto en vez de representación
del objeto, conllevó la ruptura del signo. Así
el signo ya no representa o alude conceptos ni cosas, el signo al romperse
produce un vació, permitiendo que en vez de representar acciones se presentaran
acciones, se resignifica el espacio,
cambiando su función, además permite la
simulación.
Sin embargo “El gran vidrio”, “La
novia puesta al desnudo por sus solteros, incluso” y "Dados:
1. La cascada 2. El gas del alumbrado público” Hacen del espectador un
voyerista, un cómplice con los novios, o el intruso que ve la escena a través
del hueco en la pared, en estas dos obras los objetos en conjunto crean un
simulacro, del que el público es participe, que evoca la puesta en escena del
teatro o los cuadros vivos
A partir del hallazgo de Duchamp se desata una
sucesión de seguidores, que a la fecha forma una cascada de copias del acto
original, el propio Duchamp advirtió, sobre el rápido desgaste de la mecánica
del ready-made. De manera que a casi un siglo del urinario y del agotamiento de
las formas y los discursos, se insiste en una pretendida innovación, cuando lo
que se realiza son repeticiones del mismo acto, por ello el arte de la postmodernidad
en gran medida es revisionista o apologético de movimientos y autores, entonces
la carrera que muchos tienen por innovar, es una carrera absurda, ya que en
términos formales o conceptuales todo está hecho, el recorrido de las pruebas
extremas van de la mierda del artista, pasando por todos los fluidos
corporales, a las mutilaciones, los cortes, el suicidio, para ver quien logra
proponer algo nuevo, o más bien para ver quien da el mayor golpe mediático, que
en el caso mexicano además es una larga serie de plagios, que culminan con la
frase. ¡Es la primera vez que se hace en México!
La revolución de Duchamp no hubiera sido posible
sin el aparato de validación social del
arte, la crítica, la cual es una institución social, que determina que es arte
y que no. Por ello es que la crítica aun validad la supuesta innovación que no
hace más que repetir el gesto.
La crítica de arte, al igual que la producción de arte están sujetas a
políticas de estado, así como a los intereses del mercado que privilegian las
posturas que les sean más provechosas, seriamos ingenuos al pensar que las
políticas de estado y del mercado, solo se rigen por los valores estéticos y
contenidos conceptuales de la obra.
Nadie habla de teorías de la conspiración, el
mercado como un subsistema económico dependiente del gran sistema económico
global, que privilegia las operaciones especulativas, las grandes fortunas
hechas en el mercado de valores liquidando empresas, cerrando fuentes de
empleo, porque es más lucrativo, para el mercado bursátil, del mismo modo el
mercado del arte favorece cierto tipo de arte que es más lucrativo, y se presta
al mercado especulativo.
No existe grado cero en ninguna practica humana
y el arte por supuesto no escapa de ello, de modo que la pretendida neutralidad
del arte es falsa, así como en política los pretendidamente apolíticos, toman
un postura, por eso es que el arte
purismo a ultranza es tan absurdo como el arte panfletario, lo que sí ha
ocurrido, es que en pos del arte puro se ha descalificado al arte que toma
posturas. De modo que una de las primeras acciones para la concreción de un
arte crítico, es dotar a los productores de arte del andamiaje teórico
conceptual para poder hacer una crítica, de la crítica del arte, una
metacritica del arte que además servirá para hacer un ejercicio de autocrítica
de la producción personal.
Lo que pretende entonces el arte critico no es
un programa para la producción de arte, ni un manifiesto que norme la
producción artística, en una única tendencia, es como el termino critica
indica, un ejercicio de selección, de discernimiento, donde se elige de modo
consciente las acciones a seguir, el desarrollo de un pensamiento crítico, en
el que se enfatice la reflexión del
propio artista y del papel de su producción en la sociedad, desde su propia
experiencia de vida, en la cual el arte sea el camino de conocimiento.
No se puede romper con la tradición, sin
conocerla, no se puede pretender innovar sino se conoce lo que se ha producido
en una disciplina, por lo que romper con el pasado sin reflexionar es un
absurdo, al replantear el ejercicio del arte, hay que considerar lo que se
hereda, y se planea que hacer con este legado.
Si bien no se puede cortar de tajo con el
pasado, es particularmente importante conocerlo, si se desea cambiar lo
establecido, pues la producción artística contemporánea es el reflejo de un
sistema económico-político y social que muestra claras señales de decadencia y
agotamiento. Que es justamente el fallido intento de la truncada modernidad, si
bien la posmodernidad remarca o critica esta falta de concreción del modelo
moderno, la condición posmoderna es la modernidad inconclusa, Francis Fukuyama
anuncia el fin de la historia, pero pareciera que presenciamos la obstinación
por preservar un sistema fallido, que si no
cambia ya no será viable en términos económico políticos o sociales,
pero lo más grave de este voraz capitalismo centrado solo en un creciente y
sostenido consumismo, es la depredación del medio ambiente que no será capaz de
sostener tal sistema.
El arte no puede estar al margen de los
problemas del entorno en el que se desarrolla y continuar sujeto solo al
mercado especulativo que reproduce los vicios del sistema económico global.
Entonces ¿Por qué seguir una forma de producción del arte que no responde a los
cambios que se están gestando y desarrollando actualmente? El arte
históricamente ha sido conciencia y critica de la sociedad, vinculado al
pensamiento de vanguardia, ha especulado y creado en base las ideas científicas.
El momento que vivimos exige tornar a una visión
humanista y ética, que no moral, esta
visión se está haciendo presente tanto
en las ciencias sociales, como en las llamadas ciencias duras, existe una clara
tendencia a romper los límites de las disciplinas para ahora abordarse bajo un
enfoque holístico, el pensamiento complejo,
abre un vasto campo para que el arte proponga e innove con formas
divergentes del enfoque de las ciencias.
Quizá la interdisciplina y transdiciplina ofrezcan
una salida al agotamiento de los discursos y las formas que las artes han
tenido como corriente principal durante al menos los últimos sesenta años.
Insisto en el papel central que Edgar Morin da a las arte en el pensamiento
complejo al equiparar a las humanidades y las artes con las ciencias, como
formas del conocimiento que posibilitan la resolución de problemas con una
visión holística, lo cual brinda la
posibilidad al arte de reevaluarse como una forma de acceso al conocimiento
rescatando la estética, es decir la posibilidad de aprender por medio de los
sentidos, la sensibilida y la inteligencia.
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[3] Ibídem.
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