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Grupo de investigación dedicado a efectuar un análisis crítico de la sociedad y cultura contemporáneas, de la realidad compleja, para la teorización y producción de un arte crítico que tenga resonancia positiva en el entorno.

Arte Crítico: más allá del arte contemporáneo / Dr. Eugenio Garbuno Aviña

http://reflexionesmarginales.com/3.0/arte-critico-mas-alla-del-arte-contemporaneo/

Los defensores a ultranza de las últimas tendencias del arte insisten en señalar la libertad, la innovación, la inteligencia, la ironía, la transgresión, el carácter crítico y político del arte actual, añadiendo su apertura, democratización e integración en la vida cotidiana, al ocuparse de los temas más banales e insignificantes. En cambio, acusan de conservador a todo aquél que se atreva a cuestionar la “verdad” del denominado “arte contemporáneo”, considerando retrógrada y romántico al que hable de estética o de belleza, de oficio técnico, representación o medios tradicionales. Romper las reglas se ha convertido en un hábito, al grado de establecerse en la regla, la transgresión se ha institucionalizado, el arte contemporáneo se ha vuelto académico. Es un arte que pretende contener una idea compleja de la realidad, cuando simplemente es presentación de la misma: objetos, basura, cadáveres, violencia y patología son los elementos constitutivos; el escándalo, la estrategia para que el artista se inserte en el circuito del arte para conquistar rápidamente la fama y el favor económico de coleccionistas siempre ávidos de disipar su aburrimiento con fuertes dosis de morbo. La ideología hegemónica se impone globalmente y se mira el mismo “espectáculo de la nada” (Michaud) en las bienales de Europa, que en las de América Latina, los museos y galerías de Estados Unidos, e incluso de Japón o Egipto. El arte de hoy es como el desecho de la sociedad contemporánea, una especie de detritus cultural, el vómito y la mierda expuestos bajo forma de obras de arte, la antiestética y el anti arte como el arte sagrado de hoy.
La primera acepción del Arte Crítico es la crítica al denominado “arte contemporáneo”, territorio de la especulación del mercado del arte, botín de críticos y curadores, así como de artistas cínicos y coleccionistas movidos por el esnobismo. Es evidente que tras un siglo de la aparición del ready-made, este gesto no sólo se desgastó hace mucho sino que es como una broma que ya no hace reír a nadie (el urinario de Duchamp se ve en todas partes hasta en el baño), y el llamado arte contemporáneo se ha instalado en esa cómoda broma desde hace más de cincuenta años, por lo que en las últimas décadas ha caído en el impasse y sólo se ve la repetición tediosa, una suerte de agua estancada, un círculo vicioso que ya no puede romper su inercia. Todo pareciera indicar que ya no es posible que se produzca un renacimiento de la creatividad y de la imaginación, ya que el imperio de las imágenes de los medios masivos ha provocado una pantalla que ya no permite ver el mundo. Asimismo, es notoria la desconexión entre arte y sociedad: el arte se manifestado definitivamente como enemigo del pueblo.
Incluso, el Arte Crítico cuestiona la autenticidad y veracidad del tan mentado arte contemporáneo, ya que su falsedad evidente estriba en que es la repetición de las estrategias del arte moderno con un sentido banal y superficial, pura cita y pastiche, el imperio del kitsch, discursividad meta-artística, falso arte cuyo remplazo es inmediato: este objeto por este otro. En ese caso, la falsificación de obras de arte puede concebirse ya como arte, desde el punto de vista de que es más difícil falsificar un Vermeer que un Duchamp. El arte contemporáneo es la verdadera falsificación del arte.
En una segunda acepción, el Arte Crítico es la praxis de la dialéctica del arte como crítica y de la crítica como arte. De acuerdo con Abbagnano (1960), la estética plantea tres direcciones: 1) la relación entre el arte y la naturaleza, 2) la relación entre el arte y el hombre y 3) la tarea del arte. En la relación entre arte y naturaleza, surgen tres concepciones del arte: 1) el arte como imitación, 2) el arte como creación y 3) el arte como construcción. El Arte Crítico al estudiar esta dirección, explora los aspectos de estas tres concepciones, inclinándose por el arte como construcción, después de hacer la crítica a las dos primeras. Posteriormente, se expondrá el planteamiento de esta postura. En la relación entre el arte y el hombre, también se encuentran tres concepciones: 1) el arte como conocimiento, 2) el arte como actividad práctica y 3) el arte como sensibilidad. Aquí el Arte Crítico opta por la concepción del arte como conocimiento, tras la superación crítica de las dos concepciones ulteriores; también, más adelante será expuesta esta postura. En la última dirección, la tarea del arte, se distinguen dos tendencias: a) el arte como educación y b) el arte como expresión. El Arte Crítico asume la relación dialéctica entre estas dos concepciones y concibe el papel del arte en la sociedad, tanto de manera instrumental así como finalidad. Este punto será desarrollado con más detalle posteriormente. Para una definición más concreta del arte, su significado general lo declara como todo conjunto de reglas idóneas para dirigir cualquier actividad humana, sin embargo, también la técnica es el procedimiento ordenado conforme a reglas de toda actividad humana; por lo que la diferencia estriba en que la técnica es meramente utilitaria y pragmática, mientras que el arte es significativo, propicia efectos perceptuales, emotivos, mentales y psicológicos.
En estricto sentido, el Arte Crítico considera a la “crítica del arte especializada” en el ámbito del capitalismo como un ejercicio burgués de reconocimiento, asimilación y legitimación de un objeto estético considerado como obra de arte; algo similar a la cata de vino, todavía asociado a la idea del “buen gusto”. Toda crítica del arte pretende una lectura objetiva de una propuesta artística, ya sea para indicar su filiación a estilos o corrientes, para señalar sus deficiencias técnicas o como discurso artístico, o para elogiar la calidad de la obra y la genialidad del artista, asimilándola como arte y enmarcándola con el aura benjaminiana, así se trate de un pastillero del tamaño de una pulgada.
Por este motivo, es necesario replantear el sentido original de la crítica, postulada por Kant, como el proceso por el cual la razón emprende el conocimiento de sí misma, es decir: “la crítica de la facultad de la razón en general, con referencia a todos los conocimientos a los que puede aspirar, independientemente de la experiencia” (Crítica de la razón pura). La crítica kantiana obra a partir de los conocimientos que el hombre dispone efectivamente con el fin de determinar las condiciones de su validez. Por lo tanto, la crítica debe ser considerada como una teoría del conocimiento, que cuestiona e indaga, mira reflexiva y críticamente la realidad, sometiendo en tela de juicio el pensamiento sobre todos los datos, la información e interpretaciones del mundo realizadas por el ser humano, a partir de su percepción, experiencia vital y saber empírico confrontados con una epistemología del conocimiento científico. En resumen, la crítica al conocimiento en el que se sustenta la cultura, la civilización y la sociedad contemporánea.
Para una tercera acepción del término “Arte Crítico”, es en el sentido de la auto crítica del sujeto, del individuo que se asume como “artista”. Eventualmente, se trata de personas que se dedican a una actividad humana peculiar llamada socialmente “arte”, palabra que en la actualidad ha caído en su “des-definición”, al punto de representar un vacío semántico: arte puede ser cualquier cosa. Artistas son, entonces, quienes se ocupan de conferirle un valor artístico o estético a lo que toque su mirada o su mano, lo que enuncian como tal. Algunos de estos artistas han pisado aulas universitarias, son producto de la academia, tanto en la continuidad con la tradición como de rechazo a ella; otros son autodidactas, muchos de ellos advenedizos que con un manual de arte contemporáneo, una postura esnobista y buenas relaciones con marchands y galeristas, buscan trepar en la escala del mundo del arte. La gama es muy amplia, y se extiende desde los artistas amateurs hasta los artistas profesionales que aprovechan la publicidad y la especulación financiera en el mercado del arte, constituyéndose cada uno de ellos en empresa que produce mercancías culturales para un público selecto. También se encuentran los renegados, los que mantienen una postura de resistencia y tratan de lidiar desde sus trincheras particulares con las contradicciones de un público de masas y los conocedores, el arte popular y el denominado arte culto. El Arte Crítico comienza con la pregunta individual: ¿por qué soy artista y para qué? Muchos se responderán que han nacido con un don especial, una sensibilidad diferente, talento y dotes de genio; otros en cambio reconocerán que dadas las condiciones del arte actual, que ya no exige habilidades especiales para dominar la técnica, se han formado en escuelas donde han aprendido a pensar sobre problemas artísticos y a manipular nuevos medios tecnológicos. En general, quienes no han adoptado una actitud auto crítica, defienden su extrema individualidad, el mito personal del artista (incomprendido, solitario, ingenioso, irónico o cínico); a estos, básicamente el arte les sirve de vehículo de expresión narcisista. En el lado opuesto, se encuentran aquellos que se preguntan sobre su papel como artistas en la sociedad, de qué manera pueden contribuir a una transformación positiva de la misma.
Tenemos una cuarta acepción de Arte Crítico, como crítica teórica y práctica del arte en sentido extenso, es decir, a partir del papel que el arte ha desempeñado a lo largo de la historia, en las diversas culturas del mundo, en la civilización y en las diferentes sociedades; si en los comienzos del tiempo surgió como un medio de dominación de la naturaleza, con un carácter ritual y revestido del pensamiento mágico-religioso; como elemento fundamental del desarrollo de la cultura y la civilización, incluso como instrumento de poder ideológico y político; como producto cultural de la superestructura que mantiene una relación dialéctica con la infraestructura económica, a la vez determinado y como factor determinante; que en épocas arcaicas fue todo: objeto útil, religión, estructuración del espacio social, urbe y vida cotidiana; que en suma, siempre ha sido una producción simbólica destinada a perpetuar la ideología y la supremacía de los grupos dominantes en todas las sociedades, objeto suntuario como signo de estatus y, sobre todo en la actualidad, una mercancía más en el contexto del capitalismo avanzado, incluso como la inversión más rentable para cualquier empresario o especulador de las tendencias del mercado. También la crítica al arte popular, en cuanto expresión de los grupos dominados y subordinados, en donde la tradición encuentra campo fértil y estanco; asimismo como crítica al arte culto, que busca de manera incesante la innovación que se ha constituido en lo que llamaba Octavio Paz “la tradición de la ruptura”, para que el público de masas no tenga acceso al entendimiento de un código que constantemente es roto; ya lo dijimos: la transgresión es ortodoxa en nuestro tiempo. De hecho, conveniente: los rituales de los artistas contemporáneos, mientras más radicales, son como rabietas y berrinches para que el sistema se conserve, porque fuera del ámbito de acotación y normalización de la industria cultural, los museos y galerías, la sociedad sólo se reacomoda y nada cambia.
Una quinta acepción del Arte Crítico está orientada como crítica a la sociedad, no sólo desde el arte como ocurrió desde el romanticismo y el realismo, y luego continuó con las vanguardias históricas (expresionismo, dadaísmo, surrealismo), el muralismo mexicano, los grupos y acaso con algunas neovanguardias (el accionismo vienés, el arte povera), y que ahora sólo es teatro de la simulación, espectáculo para masas distraídas que consumen la cultura como entretenimiento del paseo dominical, una dosis homeopática para el ilusorio tiempo libre. Es una crítica al contrato social rousseauniano, al Leviatán de Hobbes, a la sociedad capitalista desde el marxismo, al Estado desde el anarquismo como filosofía política, al malestar en la cultura desde la metapsicología de Freud, a la civilización desde la dialéctica negativa de la teoría crítica de Adorno y Horkheimer; a la sociedad represora y represiva a partir de la liberación de Eros que propone Marcuse; a la sociedad del espectáculo que exhibe el situacionismo de Debord; a la sociedad de la economía libidinal y del capitalismo y la esquizofrenia estudiada por los filósofos posestructuralistas del deseo, Lyotard, Deleuze y Guattari; a la sociedad de consumo posmoderna desde la socioficción y la teoría de la simulación de Baudrillard. En específico, se pretende una crítica a la sociedad mexicana, a su sistema político y económico, a los medios de comunicación masiva y su monopolización, a la dependencia económica de las grandes potencias imperialistas, al post colonialismo que es asimilado como un proceso de aculturación por los modelos hegemónicos, a la desaparición de las culturas originales de nuestro país por el exterminio de las etnias indígenas condenadas a la pobreza y el olvido, al empobrecimiento de la cultura popular reducida a la afición al futbol y el culto al estilo de vida de los narcotraficantes, a la importación de las modas culturales provenientes de Europa y Estados Unidos, a la aceptación acrítica del modelo mainstream.
La sexta acepción de Arte Crítico, puede ser entendida como la interdisciplina entre el arte y el diseño, y entre las diversas artes para su puesta en práctica en la sociedad. Es así que en un primer momento es necesario concebir la idea de un arte social (no sociológico), cuya función es incidir en la sociedad para su transformación en un orden de fuerzas en equilibrio; el arte como actividad social tanto en las relaciones productivas como en las de ocio. Para que el arte se reconecte con la sociedad es necesario que se dirija al público de masas, a la sociedad entera, es entonces menester activar un arte público, que no sea consumido pasivamente y que sea la simbiosis entre arte culto y arte popular, para lo cual es necesario educar a la sociedad a través del arte, con el objetivo de que el arte sea la expresión del pueblo y para el pueblo. El artista deviene en educador y trabajador de la cultura, el artista es el ciudadano de a pie. Es así que se alcanza la categoría enunciada en la década de los setenta, el arte total, que verdaderamente reconecta arte y vida: la vida como arte. En la década siguiente, se postuló el arte urbano (Olea); la ciudad como el escenario, la heterotopía donde los artistas intervienen el espacio de las relaciones sociales considerando todos los elementos que la constituyen como intersticios de acción comunicativa. En la actualidad hablaremos de arte y entorno como la expansión de esa heterotopía, que involucra el paisaje y la naturaleza, el planeta entero como el hábitat del hombre. La utopía es articular el Arte Crítico en el entorno.


Arte Crítico. Lic. Fernando Martínez Aroche

Si recuperamos el sentido original del termino crítica, el ejercicio de esta, se basa en  un sistema diferencial o en otros términos de comparación, dicha comparación se realiza con el fin de ejercer un juicio apoyado en el criterio o discernimiento, por ello implica la subjetividad de quien ejerce la crítica, también se ha  interpretado a la crítica como un ejercicio normativo de la actividad artística, es decir un criterio o  canon  que norma la actividad artística en un contexto dado, por ello se separa aquello que de acuerdo al criterio establecido es considerado como optimo o cercano a dicho criterio y excluyendo aquello que contradice, niega o se opone a los criterios establecidos.
En otra de sus acepciones critica deviene de cribar: acción mecánica de cernir o separar, generalmente, al tamizar apartando por su forma y tamaño diversos elementos, lo cual es un descripción muy precisa, de lo que hace la crítica en el arte, separa, selecciona o al menos es lo que debiera hacer, separar y seleccionar los elementos fundamentando esta operación por sus cualidades formales, así se define etimológicamente la palabra   Critica: Del lat. “criticus” y éste del gr. κριτικός “kritikós” – “capaz de discernir”, proveniente del verbo κρίνειν “krínein” – “separar, decidir, juzgar”, de raíz indoeuropea *krei- “cribar, discriminar, distinguir” y emparentado con el lat. “cerno” – “separar” (cf. “dis-cernir”), “cribrum” – “criba” y “crimen” – “juicio, acusación” (compárese con el gr. κρίμα “kríma” – “juicio”), con el germ. *hridra, de donde viene en ang. saj. “hriddel”, en ingl. “riddle” – “criba”, con el irl. ant. “criathar” – “criba”.[1]

Sin embargo a lo largo de la historia,  la crítica del arte se ha regido por criterios ajenos a los valores formales, la propia función del arte ha sido discutida, particularmente desde el siglo XX. El arte que pretende tener una función social  o ejerciendo crítica política ha sido desacreditado,  para favorecer ciertas tendencias dictadas desde el poder o  el mercado especulativo del arte, por otra parte los patrones o criterios que normaron la producción artística, por largos periodos de la historia, se basaron en una crítica o juicio. Se contemplaba al arte como parte de lo cotidiano, lo social y claro está en todas las culturas las producción fue normada o es normada por la religión. Baste ejemplificar el concilio de Trento de 1563 que establece la forma en que se han de representar las figuras religiosas con prohibiciones tales como la del desnudo en las representaciones. “Si algo condenaba el Concilio, por encima de cualquier otra cosa, era el desnudo. Que en pleno corazón de la cristiandad católica, la Capilla Sixtina, se mostrase aquella ingente catarata de desnudos que pintara Miguel Ángel para Julio II, era algo que escandalizaba a los nuevos jerarcas de la fe y, en 1559, todavía vivo Miguel Ángel y cuatro años antes incluso de que el Concilio terminase, el Papa Pablo IV ordenó a Daniel Volterra que pintara unos velos ocultando las desnudeces de algunas imágenes del Juicio Final. Aquella chapuza le valió al pintor que desde entonces fuese conocido como el "braghettonne" (el pone bragas). Pocos años después, otro Papa, Pío V ordenaría repetir la operación a Girolamo da Fano, y un tercero, Clemente VIII, pretendió incluso cubrir las pinturas por completo, lo que finalmente se hizo.[2] 
El cuadro de Veronés, "Cena en casa de Leví", originariamente debía llamarse la "Santa Cena", pero la Inquisición encontró motivos para reclamar la atención del pintor, que finalmente cambió el título:

"En 1573, el Veronés compareció en Venecia ante el Santo Oficio, que le reprochó haber introducido en una de sus Santas Cenas personajes indignos de la solemnidad requerida por el tema. "¿Qué significado tiene -se le preguntó- este sirviente que sangra de la nariz? ¿Qué significan estos personajes armados, vestidos al modo de Alemania, y portando una alabarda en la mano?". El pobre artista no sabía qué responder; se asemejaba a un niño que hubiera cometido una falta. "Cuando en un cuadro me sobra un poco de espacio, lo adorno con figuras inventadas". "¿Es que os parece conveniente -reprende el juez implacable- representar en la Cena de Nuestro Señor bufones, alemanes ebrios, enanos y otras necedades?". "No, sin duda" -replica el artista-. "¿Por qué motivo, pues, lo habéis hecho?". "Lo he hecho -responde él- suponiendo que estas gentes se encuentran fuera del lugar en el que se encuentra Nuestro Señor". Los jueces, poco satisfechos con las explicaciones del pintor, concluyen que deberá corregir y enmendar su cuadro a su costa, en un plazo de tres meses"”.[3]
Estos hechos ejemplifican la actividad normativa de la crítica por medio de diversas instituciones en el quehacer artístico.
La crítica de arte una actividad cuyo ejercicio cuenta ya con una larga historia, en el caso de la tradición occidental podría decirse encuentra, algunos de sus referentes desde el Quatroccento itlaliano surge una primera aproximación a lo que más tarde sería la crítica de arte con Lorenzo Ghiberti, quien escribe “L Commentari “. En este texto se aborda la biografía comentada de los artistas y sus obras así como lo que se consideraban juicios de mérito, es decir argumentar sobre las  características patentes en la obra, o la falta de estas, de acuerdo a los cánones vigentes. O lo escrito por Giorgio Vasari que quizá fue uno de los primeros historiadores del arte, su trabajo más importante es “Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos” trabajo en el que combina un saber enciclopédico de la arquitectura, pintura y arquitectura; así como biografías llenas de anécdotas, y comentarios sobre la técnica, ejecución de los artistas incluso el termino renacimiento se le a adjudicado a Vasari. Si bien la crítica como tal se establece en siglo XV con  Giovani Battista Agucchi y Annibale Carracci, que basan sus trabajos en los de Vasari y Albertti. Sin embargo Pietro Bellori fue el crítico más destacado del momento, la crítica se basaba en el seguimiento que los artista hacían de las ideas grecorromanas, pero las normas religiosas en occidente seguían normando el mundo del arte.
Quien da un paso definitivo para desligar la experiencia estética del mudo religioso, es Baumgarten en su libro Reflexiones filosóficas, quien acuña el término estética, más tarde  Burke  aborda lo sublime desde la estética del terror rompiendo la noción de verdad equivalente a belleza. El termino estética es recuperado por Kant en su “Crítica del juicio” creando las bases para fundar una nueva disciplina la estética, planteando también en esta obra las categorías estéticas.
Quizá la estética logra su independencia de la filosofía y otras disciplinas con Heidegger, quien al romper con la metafísica mediante la fenomenología, establece la coseidad del arte; consolida a la estética como una disciplina independiente.
La crítica al igual que muchas disciplinas arrastro una serie de creencias basadas en presupuestos y tradiciones, que tergiversaron el sentido de su práctica, es solo a principios del siglo XX que algunos estudiosos de la lingüística y la literatura como Mijail Bajtim o Vladimir Propp,  comienza a intentar analizar y por tanto sistematizar el estudio de la literatura, lo que convergería con Ferdinand de Saussure y Charles Pierce, que desde la lingüística  y la lógica formal intentan hacer análisis e interpretación de los signos, dando un carácter sistemático como si se tratara de un proceso “científico”, así la literatura poco después, intentará sistematizar los métodos de análisis y critica.  para que no dependiera del gusto o la subjetividad de quien analizara o criticara la obra.
Sin embargo el análisis de las estructuras en las artes visuales,  sufrió por mucho tiempo por carecer de herramientas adecuadas al medio, pues fue una copia de modelos basados directamente en el análisis de la lingüística y de una semiótica dirigida a la literatura, es a partir de los finales de los años cincuenta y  sesentas que existe una preocupación por desarrollar un método de análisis de la imagen y por tanto de las arte visuales: así surgen intentos como “La estructura ausente” de Umberto Eco, que pese a no estar dirigido específicamente a las artes visuales contempla la utilización de la semiótica y análisis signico, en diversas disciplinas artísticas. El desarrollo de una teoría más sólida para el análisis de los discursos visuales se desarrolló con el Grupo µ “mu” (Centro de Estudios poéticos, Universidad de Lieja, Bélgica) o grupo de Lieja,  que realiza desde 1967 trabajos interdisciplinarios en retórica, en poética, en semiótica y en teoría de la comunicación lingüística o visual firmando y operando como colectivo. Algunos de sus más destacados miembros  han sido Francis Édeline, Jean-Marie Klinkenberg ,Jacques Dubois, Francis Pire, Hadelin Trinon y Philippe Minguet entre una larga lista de semiólogos.
El análisis o semiótica de la imagen ha tenido gran difusión y aceptación, si bien este enfoque surge en los cincuentas con figuras como Roland Barthes, y continua Michelle Foucault,  Jaques  Derrida, método basado en el estructuralismo y posestructuralismo se consolida  especialmente en la crítica del arte en los años noventa, en los estudios culturales y de género por medio de la deconstrucción.
Curiosamente, ahora que una metodología parece haber construido herramientas adecuadas para analizar el discurso visual, se privilegia el análisis formal sin llegar a profundizar a nivel pragmático, incluso pareciera haber un desinterés por interpretar la obra en términos hermenéuticos, parece que la lectura de la obra se quedara solo en los elementos compositivos, formales.
Quizá el problema no se encuentre tan solo en el ejercicio de la crítica, sino del sentido del arte generado desde el fin de las llamadas vanguardias, el arte producido desde entonces se volvió un arte para iniciados, un arte culterano, lo cual no sería un problema si no se tratara de una producción artística instalada en el solipsismo, en el placer personal, carente de un sentido reflexivo o autocritico, un arte que se produce para no tener recepción es decir que no le importa si cuenta con un público y si este público pude apreciar la obra.
 El arte puro sin conexión o relación con el entorno en el que se produce, sin compromiso social, ni responsabilidad con su entorno. Es en gran medida un arte atrapado en sí mismo, por siglos el arte cumplió con una función simbólica al complementar los rituales, y representar la divinidad en la tierra, fue financiado y apoyado por estados nación al encarnar el poderío de estos,  mediante el mecenazgo, la dependencia económica que la producción artística aún tiene, la somete a los grandes centros de poder, que  privilegia un producción que en muchos sentidos es estéril, fría, desligada también del lado emotivo.
Se plantea entonces un arte critico que vuelva a tener una conexión con el espectador y la sociedad donde se produce, no se trata de un retorno al pasado, sino, de una reevolución del arte, no se plantean rutas únicas, ni un arte panfletario, sino un arte crítico, que cuestione su razón de ser, entendiendo la crítica realizada desde el arte, primero como un acto de reflexión, como una forma de autoconocimiento para el propio artista y con ello tomar conciencia del papel que el arte puede tener en este momento de la historia, el arte debe ser de nuevo el resumen del tiempo y la sociedad que la produce, estar en concordancia con ella, volver a tener una función que rebase al  arte producido para ser solo apariencia, pues de acuerdo al mercado del arte y a la crítica del arte que lo rige actualmente, el arte no pude ser militante, no puede tener posturas políticas, ni ser pedagógico. Tampoco se pretende que solo se produzca arte comprometido con alguna causa o postura en específico, lo cual tampoco condena a los juegos formales.
 A pesar de que el pensamiento posmoderno, el posestructuralismo y la deconstrucción establecen la remarca de la historia o el fin de la historia, autores como Francois Lyotard y Francis Fukuyama postulan la posmodernidad, en este “nuevo periodo ahistorico”  se revalidan la condición de género, el transgénero, las teorías Queer, la corrección política, el reconocimiento y respeto de las minorías, el reescribir la historia con minúsculas. Descubriendo la historia de los ciudadanos comunes. En contraste, el arte producido en la posmodernidad,  tras los ismos, es un arte que puede ser en algunos casos extremo  y militante, especialmente la producción de los sesentas y setentas pero que paradójicamente se desliga del público. 
Quizá la última vanguardia histórica fue el expresionismo abstracto, movimiento  que marcaría el fin de la modernidad, en términos culturales. Socialmente la  caída del muro de Berlín en 1989,  concreta la posmodernidad política, los siguientes movimientos se van alejado de la gente no iniciada, se produce arte para las grandes galerías, que obtiene estratosféricos precios por el juego especulativo del mercado, sustentado en un aparato crítico, de manera que   el mercado del arte  se dio a la tarea  de promocionar a los artistas como mercancías, con campañas llevadas por agencias publicitarias,  así los grandes vendedores  del Mainstream se tornaron  productos vacuos sin contenido alguno, como siempre hay excepciones, pero eso solo lo dirá el tiempo al reevaluar este periodo de la producción artística.
Sigue prevaleciendo el control del mercado desde los grandes centros de poder, así las llamadas culturas emergentes y los productores de arte nacidos en ellas, siguen ocupando un lugar secundario, vistos como curiosidad folclórica o exótica, pero no como generadores de formas de arte que divergen de la visión eurocentrista o también podríamos decir gringocentrista.
Ante todo tomar conciencia desde donde se produce, dado el contexto histórico a pesar de que la llamada condición posmoderna ha terminado con la historia, por lo menos la historia escrita con mayúsculas. Parte de la crisis de la modernidad en la plástica es el agotamiento de los discursos y las formas.
La presentación del objeto, con la fuente o el urinario de Duchamp, están por cumplir en 2017  su primer centenario y lo que fue revolucionario en la plástica, la presentación del objeto en vez de  representación del objeto, conllevó la ruptura del signo. Así el signo ya no representa o alude conceptos ni cosas, el signo al romperse produce un vació, permitiendo que en vez de representar acciones se presentaran acciones,  se resignifica el espacio, cambiando su función, además permite  la simulación.
Sin embargo “El gran vidrio”, “La novia puesta al desnudo por sus solteros, incluso” y  "Dados: 1. La cascada 2. El gas del alumbrado público” Hacen del espectador un voyerista, un cómplice con los novios, o el intruso que ve la escena a través del hueco en la pared, en estas dos obras los objetos en conjunto crean un simulacro, del que el público es participe, que evoca la puesta en escena del teatro o los cuadros vivos
A partir del hallazgo de Duchamp se desata una sucesión de seguidores, que a la fecha forma una cascada de copias del acto original, el propio Duchamp advirtió, sobre el rápido desgaste de la mecánica del ready-made. De manera que a casi un siglo del urinario y del agotamiento de las formas y los discursos, se insiste en una pretendida innovación, cuando lo que se realiza son repeticiones del mismo acto, por ello el arte de la postmodernidad en gran medida es revisionista o apologético de movimientos y autores, entonces la carrera que muchos tienen por innovar, es una carrera absurda, ya que en términos formales o conceptuales todo está hecho, el recorrido de las pruebas extremas van de la mierda del artista, pasando por todos los fluidos corporales, a las mutilaciones, los cortes, el suicidio, para ver quien logra proponer algo nuevo, o más bien para ver quien da el mayor golpe mediático, que en el caso mexicano además es una larga serie de plagios, que culminan con la frase. ¡Es la primera vez que se hace en México!
La revolución de Duchamp no hubiera sido posible sin el aparato de validación social  del arte, la crítica, la cual es una institución social, que determina que es arte y que no. Por ello es que la crítica aun validad la supuesta innovación que no hace más que repetir el gesto.
La crítica de arte, al igual  que la producción de arte están sujetas a políticas de estado, así como a los intereses del mercado que privilegian las posturas que les sean más provechosas, seriamos ingenuos al pensar que las políticas de estado y del mercado, solo se rigen por los valores estéticos y contenidos conceptuales de la obra.
Nadie habla de teorías de la conspiración, el mercado como un subsistema económico dependiente del gran sistema económico global, que privilegia las operaciones especulativas, las grandes fortunas hechas en el mercado de valores liquidando empresas, cerrando fuentes de empleo, porque es más lucrativo, para el mercado bursátil, del mismo modo el mercado del arte favorece cierto tipo de arte que es más lucrativo, y se presta al mercado especulativo.  
No existe grado cero en ninguna practica humana y el arte por supuesto no escapa de ello, de modo que la pretendida neutralidad del arte es falsa, así como en política los pretendidamente apolíticos, toman un postura,  por eso es que el arte purismo a ultranza es tan absurdo como el arte panfletario, lo que sí ha ocurrido, es que en pos del arte puro se ha descalificado al arte que toma posturas. De modo que una de las primeras acciones para la concreción de un arte crítico, es dotar a los productores de arte del andamiaje teórico conceptual para poder hacer una crítica, de la crítica del arte, una metacritica del arte que además servirá para hacer un ejercicio de autocrítica de la producción personal.
Lo que pretende entonces el arte critico no es un programa para la producción de arte, ni un manifiesto que norme la producción artística, en una única tendencia, es como el termino critica indica, un ejercicio de selección, de discernimiento, donde se elige de modo consciente las acciones a seguir, el desarrollo de un pensamiento crítico, en el que se enfatice  la reflexión del propio artista y del papel de su producción en la sociedad, desde su propia experiencia de vida, en la cual el arte sea el camino de conocimiento.  
No se puede romper con la tradición, sin conocerla, no se puede pretender innovar sino se conoce lo que se ha producido en una disciplina, por lo que romper con el pasado sin reflexionar es un absurdo, al replantear el ejercicio del arte, hay que considerar lo que se hereda, y se planea que hacer con este legado.
Si bien no se puede cortar de tajo con el pasado, es particularmente importante conocerlo, si se desea cambiar lo establecido, pues la producción artística contemporánea es el reflejo de un sistema económico-político y social que muestra claras señales de decadencia y agotamiento. Que es justamente el fallido intento de la truncada modernidad, si bien la posmodernidad remarca o critica esta falta de concreción del modelo moderno, la condición posmoderna es la modernidad inconclusa, Francis Fukuyama anuncia el fin de la historia, pero pareciera que presenciamos la obstinación por preservar un sistema fallido, que si no  cambia ya no será viable en términos económico políticos o sociales, pero lo más grave de este voraz capitalismo centrado solo en un creciente y sostenido consumismo, es la depredación del medio ambiente que no será capaz de sostener tal sistema.  
El arte no puede estar al margen de los problemas del entorno en el que se desarrolla y continuar sujeto solo al mercado especulativo que reproduce los vicios del sistema económico global. Entonces ¿Por qué seguir una forma de producción del arte que no responde a los cambios que se están gestando y desarrollando actualmente? El arte históricamente ha sido conciencia y critica de la sociedad, vinculado al pensamiento de vanguardia, ha especulado y creado en base las ideas científicas.
El momento que vivimos exige tornar a una visión humanista y  ética, que no moral, esta visión se está haciendo  presente tanto en las ciencias sociales, como en las llamadas ciencias duras, existe una clara tendencia a romper los límites de las disciplinas para ahora abordarse bajo un enfoque holístico, el pensamiento complejo,  abre un vasto campo para que el arte proponga e innove con formas divergentes del enfoque de las ciencias.
Quizá la interdisciplina y transdiciplina ofrezcan una salida al agotamiento de los discursos y las formas que las artes han tenido como corriente principal durante al menos los últimos sesenta años. Insisto en el papel central que Edgar Morin da a las arte en el pensamiento complejo al equiparar a las humanidades y las artes con las ciencias, como formas del conocimiento que posibilitan la resolución de problemas con una visión holística,  lo cual brinda la posibilidad al arte de reevaluarse como una forma de acceso al conocimiento rescatando la estética, es decir la posibilidad de aprender por medio de los sentidos, la sensibilida y la inteligencia.






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[2] EMILE MÂLE. El arte religioso de la Contrarreforma. Ed. Encuentro, 2001
[3] Ibídem.



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